La tecnología nos ha permitido conectar
¿Pero hemos realmente conectado?
Cuando hablamos de Diversidad e Inclusión en tiempos de crisis nos referimos tanto a cómo las personas desde su propia realidad pueden seguir aportando al crecimiento y desarrollo de la organización a la cual pertenece, pero por sobre todo cómo la organización y quienes la lideran permiten que esto realmente ocurra, acogiéndolas y facilitándoles el proceso, fortaleciendo así el compromiso y sentido de pertenencia para en conjunto superar la crisis.
Las organizaciones las componen personas con diferentes personalidades, valores, experiencias y realidades, por tanto, hoy más que nunca los y las líderes se han visto desafiados/as a ser personas más creativas y compasivas que antes, dos de las cuatro cualidades que Alan Richter – escritor, profesor y Doctor en Filosofía, con 30 años de experiencia en D&I, Liderazgo y Ética- define como esenciales en lideres. Nuevas formas de resolver las actuales problemáticas que nos presenta la distancia social y ser capaces de comprender y empatizar la situación personal y familiar de las personas que trabajan para las organizaciones, es fundamental.
Todos los expertos y expertas en D&I con quienes hemos tenido a oportunidad de conversar, concuerdan que efectivamente nos encontramos en una situación difícilmente comparable a cualquier otra que hayamos vivido. Hemos superado diferentes crisis durante nuestra historia como humanidad y si bien hace más de 100 años vivimos una pandemia similar, hoy la tecnología ha hecho todo muy diferente, nos ha permitido conectar ¿Pero hemos realmente conectado?
Problemáticas como el acceso a internet y las afecciones de salud mental son parte del día a día. ¿Podemos asegurar que las personas puedan reamente trabajar desde sus casas? ¿cuentan con las condiciones básicas? Según datos del reporte “Cómo el COVID-19 está cambiando el mundo: una perspectiva estadística” de la Unión Internacional de Telecomunicaciones de las Naciones Unidas, el 2019 el 57% de la población tenía acceso a internet y el 49,7% contaba con un computador en su hogar, un desafío importante para gobiernos y empresas ante esta nueva modalidad de trabajo y vida diaria en la cual debemos mantener la distancia social, pero seguir siendo de alguna manera personas productivas. Mayor aún el desafío en países en vías de desarrollo en donde estos porcentajes son menores.
En Chile si bien contamos con una cobertura superior al promedio mundial, el 44% de la población no tiene red fija (Novena Encuesta de Accesos y Usos de Internet implementada por la SUBTEL, 2017), lo que sugiere igualmente un desafío respecto a las condiciones mínimas de trabajo ¿A quien no se le ha cortado el internet en reuniones o ha gastado todos sus datos del teléfono para conectarse en otras plataformas?
Respecto a la salud mental ¿Están las empresas capacitadas para identificar y apoyar a las personas que tienen mayor tendencia a la depresión y ansiedad? Recientemente el Secretario General de las Naciones Unidas pidió tomar medidas respecto a este tema, destacó que las personas que corren mayor riesgo en la actualidad son los trabajadores sanitarios que trabajan en primera línea, las personas mayores, los adolescentes y los jóvenes, las personas con afecciones de salud mental preexistentes y las que están atrapadas en conflictos y crisis. Dévora Kestel -directora del Departamento de Salud Mental y Consumo de Sustancias de la OMS- señaló que durante las pasadas crisis económicas «aumentó el número de personas con problemas de salud mental, dando lugar a mayores tasas de suicidio». Es por tanto relevante dirigir también nuestros esfuerzos a entregar este apoyo a los y las colaboradoras, antes de que sea demasiado tarde.
Las organizaciones, sobre todo las grandes empresas, que hayan logrado mirar lo anterior de forma sostenible serán quienes perduren y lideren los negocios a nivel nacional y global.
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